Suda la tarde en el pórtico de mi ventana
abrazada a su destino
dorado.
Y tras ella, el reloj biológico del mundo
gime su prosapia en el tablero.
Ríen los espantos sobre las nubes del ocaso;
dragones azules,
solapadamente en el fulgor,
adscriben al nuevo sincretismo de las especies.
Forjan el nuevo esquema de la cosmovisión temprana.
Finas gotas de agua
y un arco iris teje un puente de amistad en aldehídos.
Estado natural de los aconteceres mustios.
¡Ruta donde el corsario, ni se atreve, ni camina!
Rueda mágicamente la finura en este parangón:
¡tuya la algarabía del verso, mujer,
y mía toda, la pasión por tus besos y tus ansias!.
Parkinson en la recámara y viento,
empinada sombra sobre la mesita de luz.
Doy por cierto, que la luna es una pesadilla.
Sueño por demás tras mojar la sábana.
Amanezco aún entre los vivos.
Añoro el rojo vino,
¡venero plácidamente su estocada!
...callando van mis huesos.
Soy una lisonja en la tiniebla
¡certeramente!
y no pienso más en mi, ni en nada.
Durante el recorrido a la gran cripta
sumerjo allí, este sufrido cuerpo.
Hijo del hombre y del calvario
- entiendo que muriendo he renacido -;
y si no fue tan cruel mi respirar
un resoplido queda ...
¡el huracán de mis palabras!