Soy vecino de una ciudad cosmopolita donde se cuentan varias historias referidas a su folclore, de las cuales paso a contar una de ellas:
Cuentan algunos estudiantes de la facultad de arquitectura que en el consultorio del cardiólogo Bermúdez, los muebles, adquirían un aspecto rústico añejo, y que según explicaban algunos opinólogos de turno, que no se trataba de otra cosa que de un efecto de mimetización espontánea con la fachada colonial del caserón donde fue emplazado el mismo. Sin embargo, como se trataba de una construcción antigua, se decidió darle un aspecto de diseño más acorde con la actualidad y su interior, entonces, fue remodelado a nuevo y sus paredes pintadas a la cal.
Se sabía, a ciencia cierta, que la habitación presentaba ventanales a una amplia avenida y que los pisos de madera habían sido reemplazados por baldosones de mosaico. Y que además, la luminaria interior fue totalmente sustituida, a partir de un sistema de iluminación por led.
Colgaban sobre la pared varios cuadros con diplomas de titulación y de asistencia a congresos internacionales que condecoraban la sala, y sobre la pared enfrentada a los ventanales, había un gigante tapiz traído de Turquía en el que figuraba representada la ciudad de Estambul y todo lo mágico que ello significaba.
Cuentan además, aquellos mismos estudiantes, que se decidió llevar el caso a los más notables exponentes de la cátedra de Diseño de interiores de la facultad de arquitectura. Allí, se intentó resolver el misterio del efecto rústico añejo que adquiría el mobiliario del consultorio médico sin hallar una respuesta lógica.
Ofuscados por esta contrariedad de no encontrar una respuesta lógica se consultó a especialistas en Feng shui para la decoración, para saber si la disposición en el espacio de la habitación del mobiliario, podría explicar el enigma, por el cual, muebles de corte americano de excelente terminación, presentaban un aspecto rústico añejo sobre un ambiente remodelado a nuevo y bien iluminado. No hubo una respuesta muy convincente ni satisfactoria. Todo volvía a fojas cero.
El punto era este: si en un buffet de abogados el mobiliario presentaba un aspecto rústico añejo pasaría desapercibido, pero en un consultorio médico donde debía mostrarse un ambiente de sofisticación y modernidad consustanciado con la problemática de la salud; no era desde lo estético, lo más aconsejable. Por ello, la importancia de encontrar la razón por la que el mobiliario tornabase en rústico añejo y daba una impresión descuidada y vetusta del lugar, dando la impresión de que la labor que allí se llevaba a cabo era descuidada y poco fundada en el último avance de la ciencia.
Un día de Enero, Don Anselmo Rodríguez, portero del lugar, sintió sonidos, como acordes musicales dentro del consultorio. Don Anselmo era un hombre de contextura mediana, jubilado del ejército y muy apegado a la mística de lo sobrenatural. Apuró sus pasos, sacó las llaves que abrían la puerta del consultorio - era ya entrada la noche y las luces del consultorio naturalmente estaban apagadas – y con linterna en mano, se dirigió hacia la habitación. Hete aquí, lo maravilloso del asunto:
Al abrir la puerta se halló con una mujer vestida de blanco, de rasgos muy finos, de cabello oscuro y una sonrisa escarlata, adivinó en aquel momento, que se trataba del espectro de aquella casona, que tocaba su piano de cola como antaño lo hacían en ese lugar ante los niños expósitos del barrio. Ciertamente, comprendió que la remodelación efectuada había violentado el espíritu y la esencia de la casona, por ende, el encantamiento del espectro producía el envejecimiento de los muebles, buscando dar a entender a quienes concurrían a ese lugar, que aún con todas las reformas, la casona conservaba el recuerdo de veladas muy placenteras que no pudrían quedar sepultadas en el olvido.
Don Anselmo Rodríguez sorprendido por la majestuosidad interpretativa de esa musa que tocaba el piano, sólo atinó a tomar asiento y disfrutar de esa mágica balada musical sin importar la ausencia de luz en el recinto. Pudo sentir entonces la plenitud de su alma entre esos acordes musicales y remontarse a una época pretérita - donde cuando niño - disfrutaba al calor de las madres de la iglesia ese cariño que no conoció de su entorno familiar, por ser huérfano de madre y padre y ser criado en la casona de un convento.
El misterio de la mutación del mobiliario en rústico añejo no fue revelada ni dada a conocer a lo largo del tiempo, ni lo será. Don Anselmo Rodríguez se casó con la musa esa noche y ambos tomados de la mano decidieron tener una luna de miel, allá a lo lejos.
Luego de aquél episodio, el consultorio fue trasladado a otro enclave estratégico de la ciudad, digamos a un edificio de torres, No obstante, el mobiliario quedó para siempre en ese mismo lugar. El doctor Bermúdez ofreció ceder al ayuntamiento aquel caserón antiguo para ser usado como comedor infantil.
Bueno, amigos, no tengo nada más que contarles, excepto que, aquellos mismos estudiantes de arquitectura fascinados por el embrujo del relato, lograron que por decreto de la ciudad, bautizaran al caserón antiguo, aquel donde funcionaba el consultorio médico de Bermúdez, con el nombre de: “Don Anselmo y señora”.