El sol, ese geométrico cuerpo de fuego,
Donde las vanidades no ejercen potestad;
Abre mi mente, tras incandescencias
Y me permite el asombro.
El precipitado cuerpo asume su mol de nostalgias
Y reina en mí, toda una atmósfera divina.
En este cuarto de siglo, vivo militando,
No quiero dar en mitades mi aurora, si puedo
Ser auténtico.
Veo el recorrido del astro y me imagino su rol
En el universo;
Yo, diminuta partícula, percibo su lumbre
Y admito, que hasta aquí, la inteligencia es esto:
Comenzar un nuevo día y disipar la niebla
Con el soplo vital de la pasión y el fuego
Que arde en mis venas,
Amando a una mujer
Y besando su luna.
(*) Paris es la capital de Francia, ícono del pensamiento libertario,
Donde nace el recorrido del genio humano atado al sigilo del arte
Y por el cual, la expresión vivifica nuevamente el asombro por la vida.
Febo no para su rayo de calor en las plataformas ónticas ni se detiene
A validar ni invalidar ningún mito, produce su lumbre con simpleza y delicado escorzo
A su amante, la hermosa luna o mi bella María.