Dos mil once era la clave de la combinación de la caja. Ese detalle de cuatro números era el que separaba a este hombre de un destino de pobreza, a otro de riquezas y reconocimiento público. Lógicamente, no tenía ese dato, así que intento con varias combinaciones de números durante horas, hasta convencerse que jamás lo lograría.
Diego Ahumada Cabanillas, oriundo de la ciudad de Colón, Entre Ríos, había hallado en el río Paraná, flotando a la deriva entre unos malecones, una caja fuerte de un galeón español del siglo XVI, perteneciente a la expedición de Solís.
Esa mañana había ido de pesca con su canoa y se adentró en el río Paraná, pero la corriente era muy fuerte y temió ser arrastrado aguas arriba así que volvió a la costa y sobre unos matorrales vio algo lustroso con engarces de bronce que flotaba. Se acercó a ver de que se trataba y descubrió una especie de cofre con una inscripción muy borrosa en español que refería un nombre y un año, 1515. dedujo que se trataba de una pieza perdida por un galeón español cuando el descubrimiento del Río de la Plata, allá por el año 1516, que costó la vida de Solís.
Arrastró su descubrimiento a la costa, era sumamente pesado, pensó que allí podría encontrar monedas antiguas de oro y documentos de la época, y si eso se materializaba podía vender esas reliquias y transformar su vida económica y social.
Examinando el cofre observó que poseía como una suerte de dispositivo, similar a los que poseen algunos candados que con una clave numérica permiten su apertura. Intentó accionar el mecanismo con varias combinaciones sin éxito, hasta que divisó a 200 metros de donde se encontraba, a la patrulla costera en busca de contrabandistas, por lo que decidió ocultar su trofeo. Pero todos sus intentos fueron vanos, pues la patrulla requisó su canoa y ante la sospecha que ocultaba algo requisó las malezas, encontrando el cofre antiguo.
No hubo forma de convencer al prefecto encargado de la requisa excepto de llegar a una negociación que el prefecto propuso, en la cual si había un tesoro el mismo sería compartido con la tripulación de la patrulla y él, el descubridor del tesoro, en un 90% y un 10% . Para ello, el prefecto propuso el siguiente pacto : “Si puedes abrir la caja en tres intentos, compartiremos el tesoro, si no puedes abrirla entonces el cofre será requisado y declarado patrimonio histórico y entregado a las autoridades nacionales”
Diego Ahumada Cabanillas se encontraba entre la espada y la pared, así que perdido por perdido, buscó encontrar la clave en esos tres intentos que le ofrecía el prefecto.
Intentó primeramente con el 0013 porque era un número cabalístico, no tuvo suerte; luego con el 0007 por los días de la creación, tampoco tuvo éxito; finalmente probó con el 9999 última serie permitida, fracasó, no pudo abrirse.
El cofre fue requisado y llevado a la prefectura. Allí se estudió el caso y se llamó a un perito forense en cerraduras, el cual sugirió que se probaran todas las combinaciones posibles antes de proceder a su apertura por la fuerza. Dicho esto se designaron a 4 voluntarios para que probaran desde el 0000 hasta el 9999 para hallar la combinación.
Se detuvo a Diego por contrabando de reliquias históricas y se lo confinó a una celda de máxima seguridad dentro de la comandancia de prefectura.
Probaron durante varias horas hasta que por fin, ¡aleluya! Pudieron abrirlo. La clave era: 2011, año del hallazgo.
Al abrir el cofre el comandante en jefe estaba presente, junto a fotógrafos y periodistas invitados, también un juez de garantías. En el cofre hallaron piedras y bolsas de arena y un sofisticado transmisor de radio, cuya señal era captada y grabada por la comandancia de la prefectura.
Inmediatamente, luego de la apertura del cofre, tanto el prefecto como los que participaron de la requisa fueron esposados y labrado un acta en presencia del juez por intento de soborno en perjuicio del Estado.
El cofre había sido colocado como señuelo para descubrir el comportamiento desleal del prefecto y sus socios, y explicar el contrabando creciente de estupefacientes y otros, en la región.
Diego Ahumada Cabanillas recibió una recompensa de $ 100.000 que el Estado Nacional ofrecía para descubrir a las autoridades cómplices de ilícitos.