TRIBUTO A LA PALABRA
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 Encuentro Alienígena en la Carretera

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Bicerofonte

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MensajeTema: Encuentro Alienígena en la Carretera   Encuentro Alienígena en la Carretera Icon_minitimeLun Oct 21, 2019 7:31 pm

ENCUENTRO ALIENÍGENA EN LA CARRETERA

El 17 de Agosto del 2008, Donald Allis conducía su auto por las afueras de Nueva York. Su esposa Donna dormitaba a su lado, e iban a la casa de los padres de ella, que vivían en una finca ubicada a varios kilómetros de la ciudad. Era de noche y el cielo estaba despejado y tranquilo. Esto fue lo que narró Donald…

Íbamos en la carretera y había pocos autos. Llegó el momento en que abandonamos la carretera para seguir por un camino polvoriento y pedregoso. Éramos los únicos que transitaban por esa vía y la oscuridad nos envolvía.
Los árboles y matorrales nos flanqueaban el camino.
De pronto, el auto se detuvo. El radiador necesitaba agua para seguir trabajando. Salimos del auto, y mi esposa y yo nos internamos entre la espesura rumbo a un arroyo cercano que pasaba cerca de ahí.

Llevaba un recipiente de plástico con el que pensaba llevar el agua para el radiador. La luz de la luna alumbraba mortecinamente nuestro camino.
Escuché ruidos detrás de mí y volteé rápidamente…
¡Entonces, dos siluetas negras nos sujetaron y una de ellas le tapó la boca a mi mujer para que no gritara!

Pensé que estábamos siendo asaltados, pero cuando vi a nuestros atacantes nos quedamos mudos de asombro, ya que estábamos ante un par de humanoides delgados, muy pálidos, desnudos pero sin genitales, sin dedos en las manos ni en los pies, y sus cabezas eran muy grandes.
Estaban desprovistos de pelo, de orejas, nariz y boca y tenían dos ojos muy grandes y negros, como dos bolas ovaladas y brillantes.

Tanto mi esposa como yo tratamos de forcejear o de gritar, pero algo hicieron que no nos podíamos mover, ni siquiera hablar.
Parecían dos fantasmas que trataban de cambiar de forma, tratando de parecer seres humanos. Sus cuerpos despedían un vaho blanco y eran unas masas semisólidas.
Cuando nos tocaban sentíamos húmedo, aunque su piel seguía seca… ¡Nosotros estábamos aterrados!

Nos depositaron sobre el pasto… Donna y yo no podíamos movernos y uno de ellos empezó a desnudar completamente a mi mujer, quien lloraba en silencio y temblaba de frío.
Un humanoide la tomó de la cabeza y el otro empezó a tocarle parte por parte del rostro: Los ojos, la nariz, la boca, las orejas. Se veían entre sí y aparentemente se comunicaban telepáticamente.

La inspeccionaron centímetro a centímetro, y hasta le contaron los dedos de las manos y de los pies, analizando muy cuidadosamente sus genitales, y los orificios de su cuerpo. Satisfecha su curiosidad, la dejaron y procedieron a hacer lo mismo conmigo.
Luego, se pusieron de pie, nos observaron largo rato y se alejaron hacia la espesura. Poco a poco sentimos un hormigueo por todo el cuerpo. Unos dos minutos después, pudimos sentarnos torpemente y nos levantamos.

Caminamos hacia los matorrales, y vimos una nave elevándose por los aires. En cuestión de segundos, dio una vuelta en parábola y desapareció en el horizonte a toda velocidad.
Atontados por la increíble experiencia, regresamos hasta donde estaban nuestras ropas, y nos vestimos en silencio.
Mi mujer lloraba y temblaba de frío. Todavía sumido en el shock de la experiencia, fui por el agua al arroyo, y ambos volvimos al auto. Ella lloraba a mi lado y no supe cómo empecé a manejar para alejarnos de ese lugar.

Nos dirigimos a casa de mis suegros y decidimos no contarles nada, para no ser objeto de burlas, y fingimos tranquilidad mientras cenábamos.
Nos quedamos a dormir, y esa noche, mi mujer tuvo un sueño muy inquieto, mientras yo, desvelado, repasaba una y otra vez, en detalle, los acontecimientos que habían ocurrido horas antes.

Parecía que habíamos tenido un contacto físico con auténticos alienígenas venidos de alguna parte del vasto Universo.
Al día siguiente, acompañamos a los padres de Donna a comprar flores y tierra a un vivero cercano. Mientras que ellos elegían lo que iban a comprar, nosotros esperamos en el auto, en el solitario estacionamiento del lugar.

Quise hablar con mi esposa acerca de la experiencia vivida el día anterior, y ella me respondió:
—Oh, Donald, por favor no me recuerdes ese horrible episodio. Prefiero pensar que todo fue únicamente un mal sueño.
Decidimos olvidar el incidente y procurar seguir la rutina de vida como siempre. La abracé y ella se acurrucó en mi pecho… ¡Nos apartamos muy sorprendidos al ver a dos personas, un hombre y una mujer, vestidos con largos abrigos, que nos estaban observando!

Al verlos cara a cara, nos quedamos aterrados, ya que la pareja de extraños era idéntica a nosotros, solo que el par de intrusos tenían los ojos marcadamente orientales.
Nos sonrieron y el tipo nos dijo con una voz metálica:
—Venimos a darles las gracias por habernos dejado tomar moldes de sus cuerpos.

Para nuestro total asombro, la pareja se desabrochó los abrigos y, como si fueran un par de exhibicionistas, nos mostraron sus cuerpos completamente desnudos.
Éstos eran una copia exacta de nuestros cuerpos. La tipa esa se quitó los zapatos para mostrar la copia exacta realizada de los pies de Donna, incluyendo una cicatriz que tenía en el arco del pie derecho.

Se abrocharon los abrigos y la mujer nos comentó:
—No se preocupen. Queremos ser sus amigos. No les haremos nada malo, ni pretendemos hacerle daño a nadie.
Somos habitantes de la Galaxia Gozzthal y hemos adquirido forma humana para convivir con ustedes y para conocerlos bien, ya que somos mensajeros y portadores de la paz y la amistad que nuestra gente quiere entablar con ustedes, y establecer así la Gran Hermandad Cósmica.

Nos quedamos como hipnotizados viéndolos, sin entender si todo aquello era real, o estábamos soñando. El tipo nos dijo:
—Hasta pronto. En breve nos comunicaremos con ustedes. Reciban amor de nuestra parte.
Dicho esto, se alejaron del lugar rápidamente y nos quedamos callados sin saber qué decir ni qué pensar.

Cuando salieron los padres de Donna cargados de plantas y costalillos de tierra, los ayudamos a subirlos al auto, y yo conduje silenciosamente, mientras mi suegra parloteaba sobre las petunias y geranios cultivados que habían visto.
Días después, fui a ver a Arnold Matterson, un amigo psicoterapeuta, que además estaba adentrado en temas ufológicos. Escuchó con asombro mi relato, me hizo recostar sobre su diván, y conectó unos electrodos en mi cabeza, muñecas y tobillos.

Una vez concluidos los estudios, me comentó que mi cuerpo tenía una pequeña cantidad de radiación. Y agregó:
—Procura no encargar familia con tu mujer hasta pasados unos tres meses. La cantidad de radiación es muy baja, pero quizá podría alterar un poco tus genes, y no quiero que se lleven una desagradable sorpresa.
Aparte, me llevó a que me hicieran unos estudios médicos, y me encontraron completamente sano.

Hablé con mi mujer al respecto, y aceptó que también a ella le realizaran los mismos estudios. Los resultados fueron que, físicamente estaba completamente sana, pero también tenía un pequeño nivel de radiactividad.
Arnold consultó sobre este caso con un amigo que trabajaba en la NASA. Pronto, mi esposa y yo fuimos recibidos en el Centro Espacial John F. Kennedy en la Florida, y varios científicos nos interrogaron con mucha paciencia.
Nos hicieron estudios médicos, nos desnudaron y nos metieron en unas campanas de cristal, y con computadoras y aparatos registraban muchas cosas en ellos.

Tomaron muestras de mi semen y le extrajeron unos óvulos a Donna, para estudiarlos detenidamente.
La NASA nos pidió absoluta discreción respecto al tema. Volvimos a nuestro hogar y seguimos con nuestra vida normal.
Pasaron dos años en los que aparentemente no pasó nada. Íbamos cada tres meses a la NASA para chequeos médicos. Aunque ya se nos había quitado la radiación, extrañamente no podíamos tener hijos.
En el 2010, pasados dos años desde aquel encuentro con los Extraterrestres, nuestra preocupación era que no podíamos tener hijos, pese a que ambos estábamos sanos.

Pensábamos en la Inseminación Artificial cuando sucedió la desgracia: Donna y sus padres habían ido a la ciudad mexicana de Tijuana a arreglar unos negocios de mi suegro cuando en la carretera, un tráiler los embistió.
Su vehículo cayó en un barranco y murieron los tres.
Fue algo tan terrible que hasta la fecha no le logrado superarlo. Sepulté a mi esposa y a mis suegros, y pasé un año viviendo solo.

Un día del 2011, tocaron a mi puerta, y cuando abrí, me quedé sorprendido al ver a la alienígena que había tomado forma humana, usando el molde de mi difunta mujer.
El corazón me latía fuertemente, ya que era tan idéntica a ella, que si no fuera por los ojos orientalizados, yo hubiera creído que era Donna. Con su voz metálica, me dijo:
—Vengo a hacerte menos penosa tu soledad.

Entró a mi casa, y charlamos un poco en la sala. Ella me preguntó si ya me había sobrepuesto a la pérdida de mi mujer le dije que no… ¡Y menos en esos momentos en que ella, que se parecía tanto a mi mujer, estaba ahí!
Entonces, la alienígena se levantó y se despojó de toda su ropa. Yo sentí emociones encontradas al ver el molde exacto de aquel cuerpo que había amado tantas veces, pero que ya no estaba conmigo.

Ella me atrajo hacia sí, y las horas que pasaron fueron como un torbellino… ¡Yo le estaba haciendo el amor a una alienígena, pero yo sentía que estaba intimando con mi propia esposa!
Al anochecer, ella se vistió y salió de la casa. Caminó apresuradamente hasta la esquina, donde la esperaba su compañero que había tomado el molde de mi cuerpo.
Pasaron los años, yo ya no me volví a casar. Infinidad de veces pensé en aquella intrusa que estuvo toda una tarde entre mis brazos pero durante varios años quise creer que aquello debía haber sido un mal sueño.

Hasta que, a principios de Diciembre del 2017, yo me encontraba tomando el Sol en Acapulco, México. Había ido de vacaciones tratando de olvidarlo todo cuando tuve un encuentro que me dejó sin habla.
Vi a una niña como de 6 años, vestida solamente con una pantaletita azul. Era blanca, muy parecida a Donna, y a mí mismo. La nena se me acercó y me puso en las manos una caracola multicolor con flores amarillas, y me dio un beso en la mejilla. Entonces me dijo:
—Hola, papá...

Me quedé sin habla… Noté en su vocecita un leve matiz metálico, y no salía de mi asombro cuando vi a la pareja de alienígenas vestidos con trajes de baño. La mujer me dijo:
— ¿Recuerdas el día que te visité en tu casa? ¡Pues ésta niña es tu hija! Ella tiene una Misión que cumplir en este mundo y también, como nosotros, se mezclará con la gente y preparará el terreno para que los terrestres nos vayan aceptando cada vez más y con toda naturalidad.

Miré a la pequeña, quien me contemplaba sonriente. Tenía la misma verruga a la altura del riñón derecho que yo tengo, y sus piececitos eran idénticos a los de mi esposa, pero en pequeño: La forma peculiar de los dedos y uñas de los pies, y el lunar en el arco del pie derecho.
No pude más, y me puse a llorar…

Cuando, por fin me tranquilicé y sequé mis ojos, la niña y la pareja habían desaparecido…. ¡Podía pensar que todo habría sido un sueño, pero a mi lado aún estaba la caracola con flores amarillas que me había dejado aquella niña!...

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