Sobre la mar, un arponero sueña,
hallar el norte estricto de su vida
y en las aguas concibe, travestida
de sales y de lunas, a su dueña.
Ella lleva en sus ojos los destellos
de las caricias todas de los mares
y en su carisma pleno de avatares
refulge el sol, tatuado en sus cabellos.
Sus labios rojos tienen el fermento,
la savia que trepida en cromosomas,
cual un precipitado mol de furia
que regala a mi cuerpo los aromas
y trastocan mi ser y pensamiento,
desatando mi ardor y mi lujuria.
En las olas reposa mi sirena
y al viento se desnuda sin desaire
con su sonrisa núbil, tan amena...
que flotando me siento sobre el aire
bajo la magia de su luna llena.