Treinta dìas en la mar
y ninguna ballena.
Quizas la luna me eclipsò
y el whisky pudo màs
en mi osadìa por el Atlàntico.
La cota maestra de mi ruta
fue un propòsito
magno:
¡Encantar a la sirena!
Sòlo mi barca, aùn dañada en el
palo mayor
y mi estirpe de marino
pueden remontar este destino;
aunque
ya viejo y cansado
quiero dejar mi traje entre las olas.
No temo a las tempestades
ni menos, a las mareas,
mi barca resiste
todo encontronazo con el mar.
No quiero padecer el martirio
del laburante
que mastica a diario la bronca
por no vivir
Amo el ejercicio de la libertad
entre viientos y mareas;
mis huesos no piden permiso
a ningùn patròn, no, no
Pero quiero amar a una sirena,
que en su cuerpo lleve
la traza del sol.