Sólo veinte capitales en un
antiguo continente
y mucha teogonía;
Sólo veinte ciudades
con olor a pleistoceno
y la rémora de la historia
en sus alforjas.
El miedo es pasajero de un tren
y el tren es pasajero de unas vías muertas;
y la vida
es un pasaje de ida
en ese frenético discurrir.
Veinte miles de almas buscan
otro andén
en las vías navegables
para vivir
y veinte capitales se los niegan.
Entonces :
¿QUÉ SITIO ES EL MUNDO PARA AQUELLOS
que aman y quieren ser?
El mundo ya no pinta cuadros,
sólo pinta vagones rotos
y estridencias congresales
para facer un estigma
en las populares avenidas
y en los salones de té.
El miedo a dar la mano al otro
tiranizó al concepto,
mutiló el amor.
Más allá de las cuestiones étnicas
e ideológicas
las capitales deben acoger a los pueblos
que desprovistos de futuro
también merecen saciar su sed de vida.
Quiero otra universalidad
para que todos tengamos espacio.