Oxigeno en la madera,
veinte clavos en el listón;
aquelarre entre las sombras
y mil bostezos a la luna
y un perdón.

Martillo y puro
placer del golpe en el rellano,
músculo enardecido
y un clavo indemne.

La sobriedad de la madera
y el eje de su norte,
el espejo de un arribo, de un soñar,
la voz de Dios en el terreno
y la fosa.

Alma soberana de la noche
que se duerme …

La sinfonía del momento
entre garfios y grilletes
de nervios zodiacales
y una sola mitad, aburrida.

En la longitud del espanto
no quiero vino,
sólo la psz del infinito...
La puerta.