El recio monumento a la zozobra
que se yergue entre ciudadelas distantes
la eyaculación del arte
entre la carótida y el pliegue
y el escozor de una pronta agonía
dejan en escándalo, un emblema:
Un obelisco.
Cientos de obreros ejercitando el músculo en el yeso
en una enjundia de arquitectos y escombros
y miles de palomas volando
tras el cenit
alborotadas por el escozor del siglo.
¡Ninguna aguada posible!
eterno empinar de materiales rabiosos
y una filosa pirámide
de pálidas cruces.
Y el yo, enjaretado
en abluciones.
(La dama no puede esperar)
El obelisco está erecto
la ciudad no espera ...
Pronto, el orgasmo renacerá
en alba y azulejos blancos;
pero el mítico silencio de la piedra
dejará tullida la impronta.
En el escenario
muere el verde de la ciudad.