En un estricto cuadro deja su luz, Quinquela,
gozoso del azul y del riacho negro;
amigo de la Boca, soñó con la acuarela,
tras pasional fresco , en tono vivo, allegro.
Adónde las urracas parlanchinas no pueden
asir el contenido perenne de la aurora,
trazó con su paleta con lumbre transgresora
y recicló el Edén donde soñar no ceden
los albores de Buenos Aires, el puerto.
Dejó su pincelada gótica a toda plebe
el amarillo fuego de un gran otoño en breve.
Y supo discernir el beso y fogonazo.
Pintó la barca azul con un solemne trazo,
entronizando el arte con su pincel y puño.