¿He de conformarme con el flavo
destello de Febo en esta onírica prisión,
en que enjaulado, yace mi deseo?
¿He de sonreir a las musas del cielo
en un dejo del destino, luciendo acaso
en un trémulo suspiro, un vano escapulario?
¡El gozo prometido de mi amor
no se acurruca en un relicario!
La semilla de mi amor sólo crece
sobre la tierra como la gramilla
y se regocija como polvo en el viento
¿A quién, pues, besar los labios
sino a la princesa que, en mi corazón,
predice mi futuro y me regala
su embrujo de miel
y su ambrosía en un auténtico pálpito?
Yo, soy Miguel, ¡cómo el arcángel!
que te desnuda en el paraíso
para amarte tras el mágico
perfume del jazmín, al que hueles,
en aquellas tardes
sobre la floresta, emancipada.
¡En el gozo de tu amor proclamo
mi ascenso a las alturas!