¿Què pavor provoca la tempestad
de mi lanza
en tu mundo tan ruin
si ya, dejado mi deseo en ti,
besas otros pechos
y en tus labios atenazas?
Arde París y todas
las capitales de Francia
por el orgullo de ser vos.
el apetito de mis amsias.
Eres cruel, un habil carnicero
que fornica y todo te resbala.
¡Todo tu imperio es de papel,
tu loca vida no vale un peso!
Simplemente, yo plebeya, te entregué
mi corazón y vida.
Ahora, siento que mi semtir
no sirve de nada;
me tomaste como mujer
aquella vez en que jurabas,
tiernamente
QUE ME AMABAS.
Ahora sè que tu verdad
ERA MENTIRA.