Labio que
se posa y batalla
en el meandro de la boca
y sucumbe con el éxtasis de la lengua.
Ejercicio emancipado de
aritméticas y axiomas
que levitan la sangre
desde lo inconcluso
hasta el cielo.
Renacer en la pradera
tras el chirlo de un orgasmo:
Inmenso parecer en el fieltro
y en el aroma
y en la química, de las arrogancias.
Comunicación hormonal
de aullidos y de militantes voces.
Baño sagrado de luminosidad y deseo.
Justo recipiente a la efervescencia del alma
y al recorrido del desnudo.
Inmanencia de los cuerpos
y ajetreos de los pájaros.
Puerto donde no hay similitudes
ni engendro de nostalgias;
Fuero diamantino de soledades
entre amores y sueños mitológicos.
Y la esgrima...
de una preciosa doncella que bulle, alcalina,
entre bramido y bramido,
entre soplo y saliva,
entre dulzor y agonía...
entre licor y misceláneas
el hechizo lisonjero de una razón almendrada.