He de botar mi nave a la mar
en otra hazaña arponera
sin un curso preciso
y sin timón ni vela
en busca de la sirena
o de la esfera blanca;
¡No basta sólo una estrella
para dignificar el horizonte!
Es necesario encontrar
en el decanato de Acuario
el ojo perdido en la niebla
y concebir, luego, el milagro...
¡el beso de su amor!
Y cuando ese beso deposite su óbolo
en el alma y las aguas
trituren el tedio,
entonces corregiré mi rumbo
hacia el norte magnético de su loor
¡Ni huracanes ni monzones podrán
deternerme en esta gesta en el Atlántico
que nace desde Tierra del Fuego
y se proyecta a veinte nudos
hacia la Cuenca del Orinoco!
En ella, atracaré mi barca
y formaré pareja con la Luna.