Descubro en la permanencia
las horas de un sigilo.
Soy este arpón que vive tras
las huellas de un trajinar profundo,
pero a su vez, modesto.
Las olas, no me exigen teoremas
y el viento no amonesta mi alma.
Estoy aquí en este mar preciso
¡ninguna farola me ilumina!
En este anclaje de espumas...
adivino la suerte de las horas
cuando ya, precisamente, la esfera recicla
el dictado de la noche.
Tic tac en la pared cual un embrujo
digita los prolegómenos
de una eterna siesta.